Te voy a pedir que revivas un momento de tu vida en que te perdiste. Pudo suceder en la montaña, en el campo o en la ciudad; caminando o en coche; estando sola o con un grupo pequeño. No había a quién acudir. Y o no sabías muy bien dónde estabas, o no tenías muy claro dónde se encontraba tu destino, o ambas cosas. Resulta muy perturbador andar perdido de noche, y ni encontrar a quién preguntar, ni disponer de un navegador.
Sentirse perdido es fatal. Tampoco mola dudar de los sentimientos de tu pareja hacia ti, titubear a la hora de tomar una decisión vital importante, o desconocer cuántas pérdidas va a acabar acarreando una mala decisión financiera que tomaste.
Los adolescentes son más felices que los adultos. Pero algo que hemos descubierto trabajando con más de 5.000 adolescentes cada año en la Asociación Desata Tu Potencial, es que hay dos tormentos que les provocan desazón: el primero, encontrarse perdidos en esta vida; el segundo, no tener claro dónde quieren dirigirse.
Sin embargo, cuando trazamos planes para nuestras vidas parecemos solventar ambas angustias. Por una parte, parece que éstos nos hagan reconocer dónde estamos, y por otra, nos hacen sentir que nos encontramos en el camino hacia un destino deseado. Ello nos hace sentir seguros y tranquilos. Cuando disponemos de un proyecto vital algunas de nuestras preocupaciones se disipan, como si entendiéramos que en nuestro plan maestro todas las piezas encajan. Y es que plantearnos objetivos nos hace sentir a los mandos de nuestro futuro, especialmente si nuestros planes están bien detallados y son específicos. Hacer planes expande la parte de nuestras vidas que sentimos que está bajo nuestro control y reduce las áreas de nuestras vidas que sentimos que están fuera de él. Hasta nuestra salud mejora si sentimos que podemos influir en ella, y eso hace que nos recuperemos mejor de las enfermedades. Un estudio concluyó que cuando un paciente participa activamente en el señalamiento de sus rutinas y objetivos de recuperación tiene más probabilidades de recuperarse. Otro estudio observó que si los pacientes comprenden lo que se espera de ellos, la terapias que les aplican funcionan mucho mejor.
No debe sorprendernos que los que sienten que sus resultados en la vida dependen de lo que ellos hacen, emprenden más cosas y trabajan más duro. Y las causas, provocan las consecuencias. Los que se sienten en control de sus vidas, son más exitosos, se sienten más seguros, son más independientes, se cuidan más físicamente y son más eficaces cuando trabajan sin supervisión que los que creen que pueden hacer poco por cambiar el rumbo de sus vidas.
De igual manera, cuanto más parte de tu vida sientes que puedes controlar más optimista te vuelves. Y ser optimista te hace mucho bien: los optimistas viven más motivados, disfrutan de mejor salud, soportan mejor el estrés y se deprimen mucho menos. Por contra, los pesimistas no solo creen que pueden controlar pocos aspectos de su vida, además imaginan que la mayoría de las cosas les van a salir mal, ya que suelen otorgar muchas más probabilidades al fracaso que al logro, y casi nunca lo hacen de forma realista. Todo ello tiene consecuencias fatales: la mayoría de las personas con depresión son pesimistas.
Sentirte en control de tu vida no siempre te evitará el dolor, pero sí mucho sufrimiento mental. Un experimento colocó a 5 ratas en una urna para que soportaran descargas eléctricas de forma aleatoria. Todas ellas soportarían el mismo dolor, pero una de ellas podía inhibirlo o provocarlo pulsando un botón. Las ratas que no se sentían en control de la situación fallecieron a los 12 días, la rata “gestora” lo hizo a los 2 meses. Parece que para la mente es más tormento la incertidumbre que el dolor.
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