Si le dicen a alguien que “es de pueblo” suele ser porque es bruto o cateto, pero cuando alguien dice «soy de pueblo» es porque se siente orgulloso de formar parte de su comunidad.
¿Quién es más feliz el urbanita o el de pueblo? Los estudios son concluyentes:
Brian Berry y Adam Okulicz-Kozaryn de la Universidad de Texas en Dallas, analizaron datos de entre 1972 a 2008 de la General Social Survey de Estados Unidos, y concluyeron que el bienestar psicológico va creciendo desde sus mínimos en las ciudades más grandes hasta sus máximos en la ciudades pequeñas y las zonas rurales; algo que sucede también en Gran Bretaña, donde la Oficina Nacional de Estadística señala que los lugares más infelices son las zonas urbanas, y que las personas más felices viven principalmente en áreas rurales.
Y es que las ciudades no solo no te ayudan a ser feliz, sino que pueden volverte loco; los trastornos psiquiátricos relacionados con la ansiedad, la depresión y la esquizofrenia se dan más en entornos urbanos que en rurales.
¿Por qué el entorno rural es más amable con la condición humana? Varios estudios parecen concluir que un contacto más intenso con la naturaleza y el sentido de comunidad hacen a la gente más feliz.
Las ciudades son junglas de personas solitarias donde relacionarse con otros fuera del trabajo resulta difícil, y sentirse parte de una comunidad, imposible. Cada vez más gente manifiesta no tener ni un solo amigo, no saber a quién podría pedir ayuda en su barrio o no tener con quien hablar. La calidad de nuestras relaciones nos marca: mientras que la soledad mata tanto como el tabaco o la bebida, llevar una vida social plena mejora nuestra salud y felicidad.
Las ciudades son espacios hostiles, especialmente los barrios feos con pocas zonas verdes y sin buenas vistas. Las formas rectangulares, el asfalto y el cemento, sumados a la polución, son entornos opuestos a lo que denominamos Ambiente Evolutivo Idóneo, que es aquel entorno donde psicológica y físicamente nos sentimos mejor. De nuevo los estudios son concluyentes: las vistas a un entorno natural o caminar por áreas verdes, no solo reduce el estrés y nos ayuda a recuperarnos mejor de las enfermedades, sino que mejoran nuestros estados de salud general, de ánimo y, hasta, de forma física.
Pero es que vivir en un pueblo hasta te hace sabio. Las personas de ciudad no tienen tan presente la muerte como las de pueblo; mientras que en la ciudad la muerte está ausente o es anónima, en los pueblos todas las semanas muere alguien al que tú o tu familia han llegado a conocer y cuya trayectoria de vida habéis observado. Que se te recuerde cada semana que tú también que te vas a morir es un regalo que te ayuda a relativizar las penas y a saborear las mieles; que puedas observar cuán bien o mal han envejecido personas que conoces de siempre o cuan bien o cuán mal le ha ido a los de tu propia generación es el mejor manual práctico de autoayuda.
Eso sí, vivir en un pueblo no es la panacea, sino bastaría con marchar a vivir allí para ser más felices, y a algunos el pueblo o se les queda pequeño o la presión social del pueblo les agobia.
Puedes no haber nacido en un pueblo, puedes no querer ir a vivir a uno, pero siempre puedes llevar lo mejor del “pueblo” a tu vida: cultiva las relaciones personales, relacionate más a menudo con la naturaleza, recuérdate con frecuencia que tú, también, vas a morir, observa y aprende de aquellos a los que les va bien o les va mal, y, sobre todo, come “pan de pueblo”.