Me gusta clasificar los tipos de pensamientos en dos:
- Los pensamientos discursivos, aquellos en que hablas contigo mismo para juzgar, preocuparte, arrepentirte o mantenerte alerta.
- Los pensamientos prácticos, aquellos que te sirven para planificar, analizar, solucionar problemas o tomar decisiones.
Las personas, de media, pasamos la mitad del tiempo prestando atención a aquello que estamos haciendo en ese momento y la otra mitad con la cabeza en otro lugar, es decir, haciendo una cosa y pensando en otra. Así, pasamos media vida concentrados en lo que estamos haciendo y otra media vida en babia.
Ese hecho no sería grave si no tuviera consecuencias desastrosas, el exceso de pensamientos discursivos está asociado a la ansiedad y a la depresión, y es que cuando nuestra cabeza no está en lo que tiene que estar o no encuentra en qué ocuparse, se suele dirigir a problemas, preocupaciones y juicios; así, una mente desocupada es terrible para nuestro equilibrio psicológico. Pero es que este tipo de pensamientos además de dañino es inútil, ¿cuántas veces te has preocupado por lo mismo, cuántas veces has juzgado a otros, o a ti, por lo mismo, cuántas veces has pensado en el mismo problema pero no te has enfocado exclusivamente en cómo solucionarlo? La mayoría del pensamiento discursivo es repetitivo, así, lo que es malo si además se repite, es varias veces malo.
Las personas más felices están más tiempo ocupadas, concentradas y atentas que la media de la población, sus cabezas están en lo que están en cada momento. Los estudios demuestran que disminuir el volumen y la continuidad del caudal del torrente de pensamientos discursivos aumenta nuestra salud mental y nos aleja de la depresión y la ansiedad. Al disminuir el volumen de pensamientos discursivos estamos automáticamente concediendo más espacio en nuestras cabezas al pensamiento creativo, a fluir con lo que haces, a sentir amor o al disfrute de los sentidos.
Los momentos de atención plena y de pensamiento discursivo se excluyen el uno al otro, por lo que, para pensar menos podemos, o bien, aumentar los momentos de atención, o bien, disminuir los momentos de pensamientos discursivos; dos estrategias complementarias que mejoran nuestro bienestar personal.
¿Quieres ser más feliz y más eficaz? Pues comienza por, primero, aprender a controlar tu cabecita y practicar las técnicas para pensar menos, y segundo, planificar tu vida para pasar más tiempo con aquello que te hace estar en lo que estás.