“Ahora es tiempo de dar pasos más largos –tiempo para una nueva gran empresa americana-… yo creo que esta nación tiene que comprometerse con alcanzar el objetivo, antes de que finalice esta década, de llevar un hombre a la Luna y devolverlo salvo a la Tierra”. Así anunció el presidente de los Estados Unidos John Fitgerald Kennedy, el 25 de mayo de 1961, el compromiso del gobierno norteamericano de llevar un hombre a la luna antes del final de la década.
Todo buen plan comienza clarificando el objetivo principal y definiendo el plazo para alcanzarlo, es decir, expresando qué quiero y para cuándo. El presidente Kennedy movilizó miles de millones de dólares y aunó centenares de miles de almas con una frase bien corta.
Tan sencillo es poner los cimientos de un plan que resulta chocante advertir cuán pocas personas lo tienen. Más paradójico aún resulta observar que aunque las personas no cesan de plantearse objetivos, se olvidan de perseguir su objetivo principal: ser lo más felices posible.
Todos nos planteamos objetivos cada día: desplazarnos al trabajo, hacer los deberes, asear la casa, quedar con amigos, llamar a los padres, ver al novio… Todos nos planteamos objetivos profesionales: finalizar los estudios, encontrar un trabajo, montar un negocio, terminar un proyecto… Todos nos planteamos objetivos vitales: tener pareja, vivir en un determinado lugar, tener hijos, estar delgados y fuertes… Pero pocos nos planteamos tocar el cielo, es decir, diseñar un plan de acción para vivir la mejor vida posible.
Todos los caminos no llevan a Roma
Nos plantearnos objetivos cada día puesto que estos expresan nuestros deseos y nos impulsan a actuar. Tener objetivos convierte a nuestras aspiraciones en realidades. Igual que si quieres ir a Roma no puedes confiar en “que todos los caminos llevan a Roma”, no puedes pretender alcanzar tus metas sin poner rumbo a ellas.
Para llegar a buen puerto, no pretendas que viento y marea lleven tu barca al destino. Tendrás que agarrar el timón y, compás y carta náutica en mano, moldear viento y marea a tu voluntad.
Cada destino que elegimos para nuestras vidas conlleva una hoja de ruta, que contempla los precios a pagar y los frutos a recolectar. Si quieres ser una reputada oncóloga, tendrás que seguir la carta naútica que te llevará allí: miles de horas de estudio entre el bachillerato de ciencias, la Facultad de Medicina y el MIR, y unos buenos años enfrentando al cáncer cara a cara a través de los ojos de sufrimiento de tus pacientes.
Si te da igual ser oncóloga, albañil, administrativa, moza de almacén o desempleada, no necesitas un plan. Tampoco necesitarás poner rumbo a Roma si te da igual encontrar tu nueva vida en Nicosia, Atenas, El Cairo, Tel Aviv, Túnez, Beirut o Marsella.
Building an empire state living
Igual que nadie edifica una casa sin planos, nadie debería construir una vida sin planes. Trazar un plan es constituir unos cimientos sólidos para la obra más importante de tu vida, tu propia vida. Imagínate que dos hermanos heredan una misma parcela y que ambos deciden construir una casa en la parte que les corresponde. Uno de ellos le cuenta su idea de casa a un arquitecto y éste realiza un completo proyecto de ejecución. El otro hermano piensa que no necesita planos ni proyectos, pues él irá coordinando los diferentes oficios según avance la obra ¿Cuál de las dos casas creés que será más sólida y acabará resultando más económica?, ¿en cuál funcionarán mejor las instalaciones?
Redactar un plan de vida te convierte en el arquitecto de una vida más sólida y que funciona mejor. Trazar un plan es como contratar a la arquitecta que ajustándose a tu presupuesto es capaz de plasmar tus preferencias y gustos sobre una parcela de medidas, orientación y orografía muy particulares. Ejecutar un plan es coordinar los oficios -estructurista, albañil, fontanero, carpintero, electricista, cristalero…- para hacer de tu sueño una realidad.
No necesitas un arquitecto si deseas una cabaña para el verano en un monte cálido. Levantar el Empire State sí lo requiere. En 1929, John J. Raskob de General Motors y el resto de promotores del Empire State, contrataron a William F. Lamb de la firma de arquitectos Shreve, Lamb and Harmon. El 17 de marzo de 1930 comenzó una obra que fue inaugurada por el presidente Hoover el 1 de mayo de 1931. En solo 410 días erigieron el que durante 40 años fue el techo del mundo, con 102 pisos y 381 metros de altura. Trabajaron 3.500 obreros y se utilizaron 10 millones de ladrillos, 60.000 toneladas de acero y 6.500 ventanas. ¿Podría haberse levantado tal gigantesca obra arquitectónica a ritmo de cuatro plantas y media por semana sin un Plan?
Muchos son los llamados y pocos los elegidos.
Yo creo que tu debes comprometerte con alcanzar el objetivo, antes de que finalice esta década, de llevar tu vida lo más alto posible.
Miles sois los que habéis recibido un email con mi predisposición para ayudaros a diseñar un buen plan para vuestras vidas, pero pocos los que os atreveís a apuntar a la Luna. Si quieres aprender a trazar un plan para tu futuro, te espero el próximo 25 de febrero en el Taller “El Plan”.
Aquí tienes toda la información: https://www.desatatupotencial.org/events/elplan2023/