En mi carta del 30 de diciembre te decía que en un pueblo, todos los días alguna vecina te cuenta por quién doblan las campanas, y que alguna vez tocan por uno de los tuyos. Este 2 de enero de 2023, las campanas doblaron por mi mamá. Escribo esto el 4 de enero, día en que la hemos despedido solemnemente.
La muerte, la noche y lo feo señalen el valor de la vida, el día y lo bello; pues las unas sin las otras no serían. Mi mamá me decía que las personas envejecemos y nos deterioramos porque si siempre fuéramos jóvenes y fuertes nadie se querría ir, y la muerte sería demasiado dolorosa para los que se quedan. Ella ha estado 10 años marchitándose, quizás para que al marcharse estuviéramos tristes pero no rotos.
Solo pierdes por primera vez a un padre, y como cualquier primera vez, no sabes lo que te encuentras. He aprendido que por muy preparado que estés para su marcha no puedes evitar llorarla, y he aprendido que llorar es precioso cuando lo hace toda una familia unida. La mamá lo ha hecho tan bien que nos avisó de su marcha el 31 de diciembre por la noche, para que nos diera tiempo a todos a volver a casa a despedirnos de ella.
El hombre ha puesto nombre a los sentimientos, pero hoy he descubierto que no ha terminado su trabajo. No encuentro nombre para la amalgama de emociones que sientes cuando sabes que alguien a quien amas debe partir y lo va a hacer con los deberes bien hechos. ¿Cómo se llama la emoción que engloba la tristeza, el agradecimiento, el gozo y la paz? ¿Qué adjetivo puede servir para admirar a quien viviendo dichosa supo forjar una bonita familia y dejar un precioso legado?
Hoy he tenido la comida familiar más dichosa de mi vida. Quizás porque era el primer día en que estando todos juntos, uno de nosotros lo hacía desde arriba. Quizás porque hemos brindado con cava para celebrar la vida de quien nos dió la vida. Quizás porque mi padre ha pedido que Andrea Bocelli nos cantara en honor a mi madre: “Amapola, lindísima Amapola. Será siempre mi alma, tuya sola. Yo te quiero, amada niña mía. Igual que ama la flor la luz del día”.
Sigo sin encontrar nombre para la emoción que sientes cuando escribes con lágrimas en los ojos y gozo en el corazón. Lo que sí sé, es que el amor todo lo embellece.
Juan Planes