Ver muchos brazos arriba en una discoteca o un concierto significa que la gente está animada, conectada y feliz. La vuelta a la normalidad tras la pandemia nos ofrece por fin la posibilidad de reconectar con esa energía colectiva que nos regala la simbiosis de música y multitud: el éxtasis de bailar libres pero juntos.
Cuando decimos de alguien que “está feliz” es, con frecuencia, porque lo vemos divertirse y disfrutar de la vida. Lo paradójico es que siendo la diversión y la alegría pilares fundamentales de la felicidad, se haya trabajado tan poco en las diferentes escuelas del desarrollo personal. Mucho liriliri de “construcción del carácter”, “mejora continua”, “desatar tu potencial”, “influir y persuadir”, “construir relaciones” y “mindfulness”, pero poco laralara de “ir de jarana”, “bailar hasta el amanecer” y “camarero, otra ronda”.
¿En qué rincón hemos de buscar para encontrar la alegría de vivir en el mundo del desarrollo personal y la psicología positiva? ¿Y si el éxito de Osho, el maestro espiritual más influyente del siglo XX, hubiera tenido su raíz (además de por haberse instalado un tiempo en EE.UU. y por sus conflictos) en la filosofía canalla que pregonaba? Osho promulgaba el nacimiento de un hombre nuevo, Zorba el Buda: alguien capaz de disfrutar de los placeres de la vida como Zorba el Griego a la vez que de vivir en la serenidad de Siddharta Gautama el Buda; alguien aparentemente ambivalente capaz de conjugar a la vez meditar y bailar, amar y follar, leer y jugar.
Todos lo que tradicionalmente han querido ayudarnos a mejorar nuestras vidas, los filósofos clásicos griegos, los sacerdotes cristianos, los estoicos, los budistas y los autores de autoayuda, se centraron en la construcción del carácter y el cultivo de las virtudes humanas, pero solo el maestro taoista Chuang -Tse se acordó que había que vivirlas en equilibrio con la irreverencia, la alegría y el placer. ¿Y si el camino acertado fuera como la semana, 5 días de trabajo y virtud y 2 días de descanso y baile?
El antropólogo Gregory Bateson pensaba que la fijación por hacer que todo sea productivo y racional nos aleja del mundo de lo espontáneo, donde el creía que se encontraba la sabiduría: más fuera del reino de la intencionalidad, y más cerca de los confines del arte, la expresión y la religión.
El 12 y 13 de noviembre realizo mi seminario Rock your Life, y la elección del nombre ya refleja que el equilibrio entre espontaneidad y profundidad, entre acción y reflexión, entre diversión y meditación es parte de la naturaleza no solo del seminario sino de la filosofía detrás del mismo. Un seminario que te ayudará a ser más productivo y eficaz, a ser más valiente y confiado, a ser más altruista y cariñoso; pero también a ser más divertido y disfrutón. Un seminario que se vive sentado para trazar la hoja de ruta de tu mejor vida, y que también se vive de pie y con los “brazos arriba” para impulsarte a recorrer esa ruta imaginada.
Nos vemos pronto, hasta entonces, 5 días de trabajo y 2 días de baile por semana.