Folleu, folleu… que el món s’acaba (follar, follar… que el mundo se acaba), así rezaba un grafiti que adornaba, junto a muchos eslóganes reivindicativos y políticos, un muro junto a la estación de Pont de Fusta y que arrancó una de las pocas carcajadas que he escuchado a mi padre a lo largo de su vida. Yo era un crío, Franco recién había muerto y las paredes de nuestras ciudades parecían celebrar la libertad, unas con símbolos anarquistas, otras con banderas y otras, como ésta, simplemente celebrando la vida.
Los estudios son concluyentes, las personas somos más felices realizando unas actividades que otras. Socializar, practicar un deporte o hacer ejercicio, salir de cena o de bares, jugar o relajarse son las actividades que más felices hacen a la mayoría, aunque la que destaca por encima de todas es hacer el amor. Por contra, las tareas del hogar, trabajar o desplazarnos al trabajo nos entusiasman bien poco.
No hay que ser una lumbrera para concluir que si quieres ser más feliz has de consagrar más tiempo a aquello que te hace más feliz. Yo te recomiendo que igual que llevas una agenda profesional, o cuanto menos cumples horarios para con tus obligaciones, construyas tu propia agenda donde te “obligues” a reservarte momentos sagrados de diversión.
No podemos tener la certeza sobre si “el món s’acaba” o no se acaba, lo que sí tenemos la certeza es de que tu mundo, tu vida, se va a terminar (y quizás más pronto de lo que te gustaría). A mi me sorprende la enorme cantidad de personas que viven la vida sin divertirse lo más posible y sin comprometerse con vivir la mejor vida posible; como si su vida fuera a mejorar o como por arte de magia o como si fueran a tener la oportunidad de vivir más vidas.
Los adultos tenemos que volver a hacer del juego una parte fundamental de nuestras vidas, como lo era de niños. Los adultos hemos de volver a jugar, a juegos propios de adultos, los deportes, los juegos de mesa o los videojuegos, a jugar a nuestras aficiones, la pintura, el baile o la cocina, o a pasar más tiempo con los amigos, como hacíamos de niños en las calles.
Todos las actividades que nos hacen más felices son gratis, o baratas, y la que más feliz nos hace, el sexo, además de resultarnos placentera, nos reporta una serie de beneficios que perduran en el tiempo. Hacer el amor te saca del estrés, te libera de preocupaciones y favorece el sueño profundo. Tener sexo quema 150 calorías de media (si tu chico es un campeón, muchas más). Hacer el amor mejora el funcionamiento del sistema inmunológico, aumenta los niveles de los anticuerpos llamados inmunoglobulina, que previenen constipados y otras infecciones, y aumenta la tolerancia al dolor. La actividad sexual te mantiene joven y guapa (escribo en femenino porque los chicos ya están muy convencidos de que hay que hacer mucho el amor), pues te ayuda a segregar estrógenos y endorfinas y a aumentar la producción de vitamina D de la piel. Y, según los estudios, tener sexo, y más si es un sexo desatado, reduce reduce tus niveles de ansiedad que sientes el día siguiente hasta en un 25%.
Parece que las investigaciones científicas no hacen otra cosa que corroborar los consejos que con desenfado y picardía cantaban nuestros muros durante la transición.
Y tú, ¿vas a hacer más el amor que la guerra?
Juan Planes