Pablo pasaba horas y horas cada tarde haciendo malabares con la pelota y lanzando a canasta. Luego, en los partidos parecía hijo de un globetrotter. Flotaba entre nosotros, encestaba fácil y ganaba él solito todos los encuentros. Carla pasaba horas y horas entre libros, sin parecer cansarse de estar encerrada ni de leer. Subrayaba con colores los cuadernos, hacía esquemas impolutos y parecía recitar de memoria las lecciones. Cuando llegaban los exámenes ya sabías su nota, un 10.
Mucho se ha estudiado acerca de cómo y cuándo sacamos lo mejor de nosotros mismos y está bien identificado bajo qué circunstancias aparece la magia. Tiene que ver tanto con algo que llevamos dentro y también con aquello que hacemos, con nuestro talento y con cómo lo aplicamos.
Fluidez es uno de los términos clásicos de la psicología positiva y del rendimiento, y se utiliza para describir esos momentos mágicos en los que mostramos todo nuestro potencial. La fluidez aparece cuando nos sentimos conectados de tal manera con lo que estamos haciendo, tan en armonía con la acción que acometemos y tan absortos en la tarea que estamos realizando; que nada nos distrae y perdemos la noción del tiempo. Allí, el resultado deseado aparece casi por sí mismo. Fluidez es concentración sin distracción, es poco esfuerzo y mucho resultado.
Cuando una bailarina fluye, ella y el baile son la misma cosa; cuando un artista fluye, no es él el que crea sino que es el arte el que se manifiesta a través de él; cuando una científica fluye no es ella quien concluye sino que es la solución la se revela ante sus ojos. Cuando fluimos más que hacer nosotros la tarea, parece que la tarea se hace a través de nosotros. Así, nosotros y lo que hacemos nos convertimos en la misma cosa. Nuestro talento ha encontrado su sustento.
Cuando fluimos hasta nuestro cuerpo y nuestra mente se transforman. Nuestro cuerpo se inunda de adrenalina pero nuestra mente se relaja al bañarse en endorfinas. Fuertes pero serenos, las ondas alpha nos mantienen relajados y concentrados. Tierra fértil para disparar nuestra creatividad y para actuar con eficacia.
Al fluir también le llaman “estar en la zona” o encontrar tu “elemento”. Cuando estás allí, conectas con quien verdaderamente eres y se auto revelan algunos de tus propósitos de vida. Si te permites sentirlo, resulta como una epifanía, Y por eso, estar “allí” nos engancha, Por eso Pablo juega a basket y Carla estudia, porque allí se sienten auténticos y competentes. Porque allí encuentran la paz y la alegría.
Pero las personas solo damos lo mejor de nosotros mismos, cuando hace falta. Para qué correrías delante de un caracol. Para qué estresarse cuando puedes relajarte. Estamos programados para preservar nuestras energías, y solo las quemamos cuando las precisamos. Así, reservamos nuestra magia solo para cuando la necesitamos,
Solo te conviertes en estrella en escenarios con tres focos: querencia, competencia y, sobre todo, exigencia. Solo sacarás lo mejor de ti cuando en un ámbito que domines y te apasione seas retado, cuando tus aptitudes naturales se encuentren con tu fuego interior para cazar una gran pieza. Allí, cuando tu talento y tu entusiasmo se fusionan para lograr algo que exige lo mejor de tí, es cuando aparece la excelencia. Porque sin exigencia no hay excelencia.