Muchos son a los que les gustaría llegar a la cumbre y saborear la gloria del éxito. Pocos los que pagarían el precio para alcanzarla. Existen 14 picos en el planeta que superan los 8.000 metros de altura, todos ellos en las cordilleras del Himalaya y del Karakorum. Llegar a su base ya sería una proeza para muchos. Durante días, es necesario remontar a pie tierras altas y aisladas; un mundo hostil de roca y hielo.
Una vez en la base, la cima de un ochomil parece inmensa e inexpugnable. La escalada lleva semanas. Requiere de aclimatación física y de varias ascensiones parciales montando campamentos. El tiempo necesario de escalada depende de la climatología. No puedes aferrarte a tus planes pues las tormentas pueden paralizarlos. Durante la subida te puede sepultar una avalancha o caer por un precipicio o en una grieta. Puedes sufrir hipotermia, congelaciones, mal de altura o desfallecer por agotamiento. Más de 300 personas han fallecido en el Everest. Uno de cada cuatro alpinistas que intenta ascender el K2 fallece y uno de cada tres de los que escalan el Annapurna. A partir de los 7.500 metros el cuerpo es incapaz de aclimatarse y puede consumirse hasta morir. Incluso allí nadie te garantiza que se den las condiciones idóneas para asaltar la cima. Hay veces que toca descender. Cuando al fin se dan las condiciones idóneas para atacar la cumbre, normalmente sólo queda tiempo y fuerzas para un intento.
Has de ser muy fuerte física y mentalmente; ser un maestro en progresar sobre roca, hielo y nieve; haber sufrido aprendiendo de tus reveses previos al escalar; y tener suerte para ascender un ochomil. El italiano Reinhold Messner dedicó 16 años de su vida para ser el primer hombre en ascender los 14 ochomiles. Muchos de ellos sin oxígeno artificial y abriendo seis nuevas vías. Su hermano le acompañaba y falleció en su primera escalada a un ochomil. El 17 de mayo de 2010 Edurne Pasaban, holló el Shisha Pangma y se convirtió en la primera mujer en completar los 14 ochomiles.
Hace mucho frío en la cima y hay poco oxígeno. No puedes quedarte demasiado tiempo relajándote tras el esfuerzo y disfrutando de las vistas. Hay que descender. Nadie que no ame la dureza y la belleza de la escala podrá llegar nunca a la cima. La felicidad no es el destino, es el camino. Incluso si el destino es idílico, solo podrás llegar a él, si adoras el camino.
El esfuerzo que requieren algunos logros es colosal. El camino a genio es tan duro y la posibilidad de éxito tan remota, que solo a los que les apasiona la ruta pueden alcanzar la meta. Todos sabemos que es demasiado pesado realizar tareas que nos desagradan. Si podemos elegir, siempre aplazamos hacer lo que no nos gusta. Y en la vida, casi siempre podemos elegir. Además, cuando no puedes elegir y tienes que hacer algo que no te gusta (como cuando te obligan a estudiar), te resulta imposible dar lo mejor de ti. Solo los apasionados heredaran la tierra prometida del éxito, puesto que el éxito proviene de la excelencia.