Cuando enfrentamos problemas, nuestra cabeza estalla. Tanto si has librado alguna batalla mental amorosa como si tus batallas han sido preocupaciones económicas, familiares o de salud, habrás sufrido de pensamientos compulsivos.
Nuestra mente es muy cabrona y, con frecuencia, va por libre. Es como un caballo desbocado al que aunque lo intentes amarrar con los ramales, te sobresalta y se dirige hacía donde el quiere. En ocasiones, ni cegándole con anteojeras, podemos conseguir que no elija su propio camino. Cual caballo salvaje, nuestra mente parece tener su propia vida. El mundo mental es paralelo al real. Se nutre de nuestra realidad física, pero discurre por unos derroteros que no siempre controlamos. Así, en el mundo de los pensamientos, parece que somos más esclavos de la mente que sus dueños.
La mayoría de nosotros somos más felices de niños que de adultos. Mucho tiene que ver con que de niños estamos casi por completo en el “aquí y el ahora”. Los niños piensan mucho menos que los adultos. Los niños pequeños aún no han aprendido a “pensar” y por ello no saben entretenerse hablando consigo mismos.
Los antiguos sabios ya sabían que pensar demasiado nos dañaba. Lao-Tze, la figura central del taoísmo, nos decía en el Tao Te King: “deja de pensar y tus problemas desaparecerán”. Los taoístas ya sabían que ese mundo mental paralelo al real, puede dañarnos más que el propio dolor que la realidad nos pueda deparar. Ya sabían que la mente era un caballo que se desbocaba con frecuencia, y por eso le llamaban el “mono loco”. Un mono que con demasiada frecuencia saltaba y se movía a su antojo, sin que pudieramos controlarlo.
Hace 2.500 años los sabios ya sentían como cierto lo que ha demostrado la ciencia, pensar demasiado nos hace desgraciados. Las evidencias de que pensar mucho es malo son abrumadoras. Cuanto más activas están las áreas del cerebro relacionadas con el dialogo interno y la rumiación de pensamientos mayor es la probabilidad de caer deprimido. Los depresivos prestan demasiada atención a cómo se sienten.
El tipo de pensamiento que taoístas y psicólogos consideran que nos hace daño es el que se centra centra en nosotros mismos, y que se retrotrae a un pasado desafortunado o anticipa un futuro no deseado.
El pensamiento negativo repetitivo daña tanto nuestra salud física como mental. Un diálogo interno excesivo afecta a la tensión arterial, daña el corazón y altera la bioquímica de nuestros tejidos, incluso en las extremidades de nuestro cuerpo. Los sistemas inmunológicos de los que se preocupa demasiado responden peor ante el estrés. Preocuparse demasiado favorece que padezcamos enfermedades cardiovasculares. Pensar mucho y para mal es una característica esencial de desordenes emocionales como la depresión, la ansiedad o el estrés postraumático.
En España, la prevalencia de la depresión en mujeres duplica a la de los hombres. La padece el 7,1% de las mujeres frente al 3,5% de los hombres. Y por cada caso grave de hombres, existen 3,5 casos en mujeres. Definitivamente, las mujeres piensan y se preocupan más que los hombres.
Dejar de pensar es mucho más fácil de decir que de hacer. El primer paso para liberar tu mente de pensamientos negativos repetitivos es proponertelo. El segundo, prestar atención a tus pensamientos. El tercero, cuando te “escuches” a ti mismo pensando algo que ya has pensado y que, además, sabes que porque más que lo pienses no va a cambiar nada, ocupaté haciendo o pensando otra cosa.
Muchos son esclavos de su mente, porque nunca se había planteado que lo eran. Si la dejas, la mente “manda” de tus pensamientos y no siempre los lleva a donde más te conviene. Cuando aprendes que puedes ser libre, estás empezando a dejar de ser esclavo. Para liberarte completamente, tendrás que trabajarte cada día tu libertad.
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