En la vida hay batallas que no vale la pena librar y otras que hay que librar a vida o muerte. El COVID-19 abrió muchos frentes de batalla, unos donde había que guerrear y otros que había que dar por perdidos.
El COVID-19 nos enseñó que luchar contra el miedo irracional, la desinformación, el cainismo, y la incoherencia e injusticia de muchas de las medidas adoptadas, eran batallas perdidas, y que la única guerra que valía la pena luchar era la que atañía a tus propios cuerpo y mente.
La pandemia nos ha enseñado que no puedes confiar en el Estado, pues protege a unos colectivos y abandona a otros, que tu vecino es capaz de denunciarte por ir sin mascarilla paseando por la montaña, y que la buena y la mala suerte existen y te pueden llegar a afectar de forma mortal.
Sabemos que una buena vida se construye centrándote en aquello que puedes controlar y no dejando que te afecte aquello sobre lo que no puedes actuar; círculo de influencia le llamamos y a ello pertenece todo aquello sobre lo que puedes influir. Tu bienestar emocional y tu sistema inmunológico están casi por completo dentro de ese círculo y la pandemia nos enseñó que luchar batallas perdidas nos dañaba y que cuidar nuestros pensamientos y cuerpos nos beneficiaba; también nos enseñó que el que ahorra cuando se puede, colchón tiene para cuando no viene.
Pfizer y su CEO, Albert Bourla, entendieron que el COVID-19 era la tercera guerra mundial, que solo las inyecciones vencerían a las infecciones, que esa batalla pertenecía a su círculo de influencia y que debían librarla. Decidieron ser intrépidos y llegaron antes que nadie; primero, porque decidieron arriesgar dos mil millones de dólares y dedicarse por completo a ello y, segundo, porque decidieron proteger a sus científicos de los gobiernos y de la burocracia que supone recibir subvenciones millonarias. Lo imposible se hizo posible y lo que solía costar 10 años se consiguió en 9 meses.
La vida tiene sorpresas, dice la canción, infecciones y golpes que nos afectan emocional, física o económicamente, y ante éstas, uno puede rendirse, puede quejarse o puede luchar; de sabios es aceptar que hay infecciones contra las que no puedes luchar, de inteligentes saber qué batallas merece la pena librar y cuales abandonar, y de valientes es actuar.
Contra infecciones vitales solo sirven inyecciones de vitalidad. Ante los golpes de la vida, ¡be Pfizer my friend!
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