Los entornos urbanos son antinaturales. Son una creación humana y, consecuentemente, artificial. Nuestros cuerpos y mentes evolucionaron en la naturaleza y por ello nos gusta afiliarnos con ella. Nos agrada y relaja estar rodeados de plantas, agua y otros animales; y nos estresa estar rodeados de ladrillos y cemento. Incluso aunque ambas reacciones se den en el inconsciente.
Siempre hemos intuido que el contacto con la naturaleza beneficia nuestra salud física y psicológica. Los primeros hospitales de Europa fueron enfermerías en comunidades monásticas donde el jardín se consideraba una parte esencial porque apoyaba el proceso de curación. Los primeros médicos estaban convencidos de los beneficios que posteriormente demostró la investigación científica.
Ya en 1981 Moore sugirió que los reclusos que disfrutaban de vistas a la naturaleza desde la celda padecían menos estrés y soportaban menos enfermedades. En 1984, Ulrich descubrió que los pacientes de un hospital que desde sus camas veían extensiones de hierba y árboles se recuperaban antes de sus enfermedades y requerían de menos medicación que quienes solo veían ladrillos y cemento.
Las personas que disfrutan de entornos verdes y realizan actividades como cuidar un jardín, pasear por la montaña o quedar en un parque urbano sienten que disfrutan de mejor salud y que están más en forma. Además, viven más años.
La naturaleza amortigua el impacto de actividades estresantes. Se sabe que conducir activa el sistema nervioso simpático y nos estresa. Aumenta la presión arterial, la frecuencia cardíaca y la variabilidad de la frecuencia cardíaca . Pero si en lugar de conducir por entornos artificiales, recorremos entornos naturales nos recuperamos antes del estrés y de la tensión. Los entornos naturales activan el sistema nervioso parasimpático y restauran nuestra energía física. Por ello, cuando estamos fatigados mentalmente, es mucho más eficaz caminar por un entorno natural, aunque sea un simple parque, que por un entorno urbano o, incluso, que relajarte en una cómoda silla.
La naturaleza no solo es verde, también es azul. En su libro“Blue Mind”, Wallace J. Nichols sugiere que “estar cerca, dentro, sobre o debajo del agua puede hacerte más feliz, más sano, más conectado y mejor en lo que haces”. El contacto o la proximidad con el agua reduce el estrés y la ansiedad, mejora de la sensación general de bienestar y felicidad, facilita un ritmo cardíaco y respiratoria ralentizado, y mejora tus entrenamientos deportivos.
La capacidad de la naturaleza de alejarnos del estrés no solo mejora nuestra salud física, también optimiza nuestra salud mental y nos hace sentir más felices. Mientras que las vistas a entornos naturales, especialmente con presencia de agua, mejoran nuestro estado de ánimo, las vistas a áreas urbanas lo empeoran. De igual manera, el contacto con la naturaleza nos hace estar despiertos y relajados y nos desembaraza de la ira y la ansiedad. Un posible causante de esta sensación de bienestar que nos embarga al pasear por el campo, al jugar en el parque o podar las plantas es el contacto con la Mycobacterium Vaccae que parece que estimula a las neuronas de la corteza prefrontal del cerebro humano para que liberen serotonina, el neurotransmisor de la felicidad.
La naturaleza también te libera del estrés en el trabajo. Disponer de acceso a espacios naturales en el lugar de trabajo reduce el estrés laboral percibido y aumenta la satisfacción en el trabajo. Y no solo eso, los trabajadores con vistas a árboles y flores, en contraste con los que ven cemento, también informan de menos enfermedades y dolores de cabeza.
Hacer lo que nos resulta natural nos beneficia, y lo natural es estar más en contacto con la naturaleza.
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