“Si de amor ya no se muere, algo en mí se morirá” canta Gianni Bella. Amamos a nuestros hijos y queremos a nuestras parejas, aunque lo solemos expresar a la inversa. Así, confundimos amar con querer y cuando nuestros amoríos acaban, algo muere con ellos.
El amor verdadero es incondicional. Amaríamos a nuestros hijos aunque se volvieran terroristas. No siempre nos gusta lo que hacen nuestros hijos ni en lo que se convierten, pero seguimos amándolos. Sin embargo, el amor de pareja es con condiciones. Las cosas del querer son una transacción. Nos ofrecemos al otro porque esperamos recibir. Y si lo recibido no es lo esperado, conflicto generado.
Amar es dar, querer es recibir. Cuando amamos nos entregamos al otro, le nutrimos y ayudamos. Nos agrada la correspondencia pero no es una exigencia. En cambio, cuando queremos, buscamos nuestro bien. Comenzaste a querer a tu pareja por las cosas que te gustaban de él o ella, pero sobre todo porque pensaste que tú ibas a estar más feliz con él que sola.
Decimos querer ver feliz a nuestra pareja, pero en realidad a quienes queremos dichosos es a nosotros. ¿Cuán alegres podemos verlos si su gozo parece provenir más de su trabajo, sus aficiones o sus otros afectos que de nosotros? La quiero feliz mientras a mí me haga sentir feliz (e importante).
Y como a quien quiero feliz es a mí, la quiero cambiar a ella. Amarla es aceptarla como es. Quererla es desear que se amolde a mí.
“Si de amor ya no se muere, yo sin ti no viviré”. Nos entristece que nuestros hijos se marchen a vivir a Alemania, pero nuestro corazón sonríe cuando los vemos felices. Sin embargo, no permitiríamos que nuestra pareja busque la dicha en Argentina si no entramos en su plan. El querer es adictivo y posesivo.
Un amor de verano acaba en la cama, pero raramente en drama. Así son las cosas del amor y no las del querer. Cuando uno es de Londres y la otra de California, te entregas al placer sabiendo que la puedes amar pero no poseer. El último día de verano terminas llorando (y poco), pero no rabiando.
En pareja nos creemos más seguros, completos y plenos. Por eso muchos prefieren una pareja regulera que estar solos. Por eso hay tantas parejas que no deberían serlo. Buscamos en otros lo que solo podemos encontrar dentro de nosotros. Mal negocio es buscar cosas donde éstas no se encuentran.
“Me quiere, no me quiere”. La persona más maravillosa del mundo no puede convertirse de inmediato en la más odiosa, pero así piensas el día que te dice que quiere dejarte. Síntoma de que más que una relación tenías una posesión. Dicen que del amor al odio hay un paso, pero el odiar no sigue al amar. Odiar es el opuesto de querer, pues el amor no tiene opuesto.
Hermoso sería no necesitar separarse para saber si tu pareja solo te quería o también te amaba. Si pasan los años y con ella sientes que siempre es verano, puedes apostar por lo segundo.
Gran reflexión Juan, cuánta verdad, como queremos encontrar en otro lo que no tenemos, y cómo has compartido la vida con alguien y por no seguir más adelante con él, pasan del amor al odio, muchas gracias