Vas una semana a Galicia, y vuelves con un poco de su acento y diciendo “riquiño”. Tu hijo pasa un verano con italianos, y retorna hablando más alto y gesticulando mucho. Tu hija hace un año de Universidad en EE.UU., y regresa con 8 kilos de más. Somos más permeables a nuestro entorno de lo que nos creemos. Decía Jim Rohn que «usted se convertirá en el promedio combinado de las cinco personas con las que más tiempo pasa, tendrá una media ponderada de su actitud, su salud y sus ingresos”. Su afirmación no es una verdad en sentido literal, pero apuntaba a la verdad.
Los amigos influyen mucho en nuestras vidas. Los buenos amigos son la familia que elegimos, y nos hacen mucho bien: nos hacen sentir parte de un grupo, traen diversión y risas a nuestra vida, nos ayudan con tareas en las que necesitamos una mano extra, nos ofrecen apoyo emocional y nos brindan orientación cuando la necesitamos. A veces, su influencia es mala.
Los amigos marcan el comportamiento y el desarrollo de un adolescente. Tus mejores amigos de clase, influyen en si te esfuerzas académicamente o si, por el contrario, eres un poco más gamberrete. Tus amigos, junto a los padres, influyen mucho más que tus profesores y consejeros escolares, qué estudios universitarios eliges cursar y qué profesión desempeñas. Y también influyen en los resultados académicos que obtienes. Hasta aquí pocas sorpresas.
Tus amigos influyen en las relaciones románticas y sexuales que tienes. Durante la adolescencia son, después de tus padres, las personas que más influyen en la edad a la que empiezas a tener relaciones sexuales y si utilizas protección en las mismas. Y si ellos no ven con simpatía las relaciones homosexuales o interraciales, es menos probable, que las mantengas. En la juventud, de los 20 a 24 años, la influencia de los amigos supera a la de los padres.
Los amigos condicionan tus gustos musicales, tu estilo de ropa o los vehículos que te compras. Y en si acabas, o no, en líos. Las tribus urbanas de los 80 eran un claro ejemplo de cómo las aves del mismo pelaje vuelan juntas, y pelean contra las otras. Mods contra rockers, punks contra skins, heavies contra pijos, y los new romantics que recibían de todos. Las madres estaban muy atentas a las malas influencias, porque siempre supieron que las probabilidades de que su hijo acabará siendo un borracho, un drogadicto o andará siempre metido en peleas, dependía mucho de sus compañías. Estaban en lo cierto.
Las amigas influyen en tu estilo de vida y las ideas que tienes. Tendemos a comer lo que comen las personas que nos rodean, y también a disciplinarnos si ellas lo hacen. Si tienes amigas que comen sano, comerás sano; si todos tus amigos van al gimnasio, irás al gym. De igual manera, si nuestras amigas resisten una tentación, es más probable que nosotros lo hagamos; como más probable que nos lancemos a la autoindulgencia si ellas también lo hacen. Es muy probable que tus mejores amigas hayan influido en tus ideas políticas, porque sabemos que en los grupos de amigos se suele pensar parecido. Pero también es más probable que acabes siendo amiga de alguien que piensa como tú. E, incluso aunque no trabajen en tu misma empresa, tus amigas influyen en cuán comprometida estás con tu trabajo.
Tus amigos te hacen la vida más feliz o más triste. El Framingham Heart Study siguió la vida de 12.000 personas de una misma población durante 30 años. Como tenían controlado a todo el pueblo, podían saber quien era amigo de quién, quien era amigo de tus amigos, y quién era amigo de los amigos de tus amigos. Una de sus conclusiones principales, es que tus probabilidades de estar feliz, deprimido y obeso en un futuro, o de que dejes de fumar, correlacionan con las de tus amigos más cercanos. Otra de sus conclusiones, es que las personas felices y las infelices se juntan entre ellas. Y lo más curioso, que si tienes un amigo que mejora su nivel de felicidad o, por el contrario, se deprime, es muy probable que tú le sigas.
Si paseas mucho con tu mejor amigo y le escayolan un pie durante tres meses, acabarás caminando como él, por eso dicen que “quien camina con un cojo, cojo y medio acaba”. Esa metáfora siempre se utilizó en mi pueblo para indicar lo que la investigación científica ha corroborado, los amigos que eliges acaban marcando tanto las rutas que caminas como el ritmo al que lo haces.