Dicen que la cara es el espejo del alma y tienen razón. Nuestras caras reflejan cómo nos sentimos y nos basta una simple mirada para saber si nuestro vecino está enfadado, disgustado, temeroso, sorprendido, feliz, triste o siente desprecio. Solemos sonreír cuando la vida nos sonríe. Puedes estar muy feliz, pero si de repente aparecen nubarrones en tu vida, tu estado de ánimo engrisece y tu rostro se ensombrece. Tu emoción y tu expresión caminan de la mano.
Cómo te sientes, no solo determina la cara que presentas, sino también la postura corporal que muestras y las constantes vitales que registras. Una persona deprimida camina lenta y cabizbaja, una feliz aprisa y mirando arriba. Si te asustas, tu tensión arterial y tu ritmo cardiaco se disparan; si te calmas, tus constantes se ralentizan. Solo tienes que repasar qué te sucede cuando estás mal, para reconocer cuán interrelacionados cuerpo y mente están. Cuando estás enfermo o cansado, tu ánimo decae; cuando estás triste, tu energía desciende.
La cara es reflejo de tu alma, pero ¿y si cambiando tu cara pudieras transformar tu alma? Emoción y expresión se influyen mutuamente. Un experimento dividió a los participantes en dos grupos: unos recordarían bien una situación en que se enfadaron o bien una que les entristeció, los segundos imitarían las caras y posturas de los primeros. Los individuos de ambos grupos soportaron los mismos incrementos del ritmo cardíaco y de la temperatura corporal. Se conoce como facial feedback hypothesis a la creencia de que la expresión facial afecta a cómo nos sentimos. Activar físicamente las regiones faciales asociadas a una determinada emoción sonsacaría esa emoción, mientras que inhibir esas regiones la suprimiría.
Diversos experimentos parecen confirmar esta hipótesis. Las personas que vieron unos dibujos animados con un boli entre los dientes, algo que te obliga a sonreír, los encontraron más graciosos que aquellos que los vieron con un boli entre los labios, algo que te hace fruncir el ceño. Varios experimentos con personas a las que se les aplicó botox en la frente, algo que dificulta que puedas fruncir el ceño, confirman que el botox puede ayudar a paliar la depresión y, es que su uso reduce la activación de las regiones cerebrales implicadas nuestra activación emocional. Aquellos a los que al recibir una descarga eléctrica controlada se les pidió que suprimieran las expresiones de dolor tuvieron una menor conductancia en la piel, una medida utilizada para medir la respuesta del sistema nervioso simpático, y, además, manifestaron haber soportado menos dolor que aquellos a los que se les permitió mostrar abiertamente el dolor.
Cambias de cara y cambias de ánimo, como también sucede si modificas tu postura corporal. Se pidió a un grupo de voluntarios que durante dos minutos adoptaran una o varias posturas que asociamos con la dominancia y la seguridad en uno mismo. De pie, con pecho de palomo y mirada arriba y al frente cual legionario, y con los pies ligeramente separados o con los brazos en jarra; sentados, con los brazos atrás del cuello y poniendo las piernas sobre la mesa. A otro grupo se les pidió que durante dos minutos adoptaran una o varias posturas que asociamos con la timidez y la falta de seguridad en uno mismo. De pie, cabizbajos, con los hombros caídos o tocándose el cuello; sentados, con las piernas y brazos cruzados, o encorvados sobre una mesa. A ambos grupos se les tomaron muestras de saliva antes y después del ejercicio. Los primeros aumentaron sus niveles de testosterona en sangre en un 20% y disminuyeron sus niveles de cortisol en un 10%. Los segundos disminuyeron sus niveles de testosterona en sangre en un 25% y aumentaron sus niveles de cortisol en un 15%. Si en solo dos minutos puedes transformar en tal medida tu bioquímica, imagina el contraste de estar toda una vida caminando como un legionario o arrastrándote como un caracol.
Las posturas que adoptas no solo cambian cómo te sientes, también cómo te comportas. Las posturas “poderosas” hacen que la gente esté más predispuesta a apostar, pero también a actuar: a hablar primero en una clase, a reclamar justicia ante una situación que les desagrada o a buscar ayuda ante un problema. Como mínimo, adopta una pose poderosa cuando necesites mostrarte confiado: ante una entrevista de trabajo, en una reunión importante, al ofrecer un discurso, o en un campeonato. Como óptimo, siempre deberías sentarte como un buda, caminar como un legionario y sonreir como un político. No en todos los días de tu vida saldrá el sol por la mañana, pero al mal tiempo siempre podrás ponerle buena cara. Así, quizás, puedas convertir un amanecer nublado, en un atardecer soleado.
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